sábado, 2 de abril de 2011

Dos hombres y una vaca - John Berger


Las vacas no se fabrican en los supermercados. BD


Un día de año nuevo Louis me llamó para que lo ayudara con Blanca, que estaba pariendo. Había ido al establo más de veinte veces desde la mañana para palparle la cola y comprobar si estaba blanda o rígida. se les ablandan las colas antes de parir. Fuera todo era blanco y sobre las ramas de los perales había montones de nieve, grandes como sacos. Blanca había roto bolsa, pero sólo había salido una de las pezuñas delanteras de la cría.

Louis metío el brazo en busca de la segunda: comprobó que estaba doblada, pero dentro era tan resbaladizo que no pudo girarla. Non Dieu!, dijo.
Agarré un palo y lo apreté con todas mis fuerzas contra la espalda de Blanca, junto al sacro. La presión afloja la parte inferior. Mientras tanto, Louis, introduciendo en la vaca todo el brazo hasta la axila, intento girar la pata de la cría. Lo consiguío. Dío un silbido.
Luego pasó una soga alrededor de una de las pezuñas. Las patas salieron lentamente conforme tirábamos. Eran blancas, manchadas de un rosa pardo, que era, el color del pelo y, en parte, el color de la sangre, la dulce sangre de esa dificil travesía que todos olvidamos.
El Animal cayó en la paja sujeto por nosotros. Tenía los ojos cerrados. Louis le echó un balde de agua fria en la cara. Gimió una vez. Un solo suspiro. Era un macho. La lengua blanca le asomaba colgando de la boca. Louis se la abrió y yo soplé directamente en la garganta. Le dimos un masaje en el corazón. Le humedecimos la lengua con aguardiente. Le llevó demasiado tiempo, dijo Louis.
Louis calculó que la tierra no estaría muy helada bajo el tilo, porque esa ladera está orientada al sur. Avanzó pesadamente en la nieve con el pico y la pala. Yo arrastré el ternero tirando de la soga todavía atada a la pata. Se deslizó en el hoyo, y su cuerpo inerte se dobló de forma natural para ocupar tan poco espacio como dentro de Blanca. El hocico apuntaba al cielo.
Louis se inclinó, diciendo: ¡Te vas sin ver la vida! Luego le volvió la cabeza hacia un lado para que la primera palada de tierra no le cayera en la cara.
El ternero que murió el día de Año Nuevo era un mal presagió que no habíamos olvidado.
Ahora la Duchesse tenía un cólico. Probablemente había comido una mala hierba.
Estaba echada, se negaba a comer y tená inmóbiles las quijadas. Las vacas son unos animales delicados debido a sus cuatro estómagos. La digestión es su tendón de Aquiles, si es que hay algo de esta especie animal, tan docil y humilde, que pueda compararse con Aquiles.
Louis le comprobó la temperatura de las orejas, le inpeccionó los ojos, le agarró la cola. el veterinario era caro. decidimos administrale la medicina familiar para los casos de vacas con cólico.
El fue a buscar el aguardiente y mientras tanto yo molí café. Busqué una botella vacía y encontré una de plástico que había contenido vinagre; la lavé, vertí dos cucharadas de aguardiente y la llené hasta arriba con café bien cargado y recién hecho. Comprobé que no estuviera demasiado caliente. Una sensación de urgencia nos impedía esperar a que enfriara el café.
Volvimos al establo con la botella, y Louis acortó la soga que ataba a Duchesse a una orquilla de la pared. Le sujetó la cabeza por arriba con un brazo, mientras con el otro intentaba abrirle la boca. Cuando están desconcertadas, las vacas se hacen las tontas. Se negaba a abrir la boca. Louis le hundía los dedos en las rosadas encías, le tiraba de los labios inmensos. Por fin la abrió. Vertí el contenido de la botella. Lo tragó. Luego volvió a cerrarla, juntando sus dientes hervivoros como una pequeña ballena, pero delicadamente, sin aplastarnos los dedos.
Lo único que podemos hacer ahora es esperar hasta mañana, dijo Louis.

Fotocopias, John Berger